CORAZÓN DE JESÚS, UNO FEO Y OTRO EN PEDAZOS

(Recuerdos de una efectiva pedrada y otras presencias neogóticas)

Por Reinaldo Spitaletta

El único cuadro del sagrado Corazón de Jesús que hubo en casa, hace ya años mil, lo hizo astillas una piedra que entró por el ventanal de la sala y fue directo a la imagen. Mamá, que lo tenía más como parte de una presunta ornamentación que como fetiche religioso, tomó la estampa, la rompió y jamás volvió a tener otra similar, aunque conservó en sus haberes sacros un cristo de plata y una madona renacentista, ambos perdidos en el tiempo. La vuelta trizas era una efigie con un tipo rubio, ojiazul y con toda la pinta afrancesada, nada que ver con la “morenura” judaica. Pudo haber sido, en todo caso, más atractivo que el que, según Gonzalo Arango, tenía el campeón mundial de ciclismo Cochise Rodríguez en su casa, que era el corazón de Jesús más feo del mundo.

Me he estado acordando por estos días de corazones de jesuses, porque, repasando la novela El tambor de hojalata, de Günter Grass, Óscar, el del nombre pagano, recuerda su bautismo en la iglesia neogótica del Sagrado Corazón, de Danzig, cuando el cura dice que el bautizado debe renunciar a Satanás, pero, claro, Óscar no lo pensaba así, aunque el padrino responde que sí, en nombre del recién incorporado al catolicismo, sobre el cual blasfemará y hará otras burlas.

En Medellín tenemos dos iglesias conectadas con esa “presa” humana y sacrosanta: la del barrio Buenos Aires, llamada Nuestra Señora del Sagrado Corazón, y la de Barrio Triste: la del Sagrado Corazón de Jesús. Ambas, neogóticas y diseñadas por Francisco Navarech y Agustín Goovaerts, respectivamente. Ninguna de las dos, que se sepa, logró alejar a Satanás de estos lares y tal presencia parece seguir muy contenta y campante entre tantas iglesias erigidas en este valle.

Me acordé, asimismo, de un pintor de Bello, Jesucristo Bedoya, que alguna vez pintó el hígado de Jesús, y me parece que se dedicó también a otras vísceras, como los riñones, el bazo, el estómago, los intestinos, y no sé si sus dibujos también se empecinaron en mostrar otras partes de la anatomía crística. No sé tampoco —supongo que sí— si recibieron sus obras y el autor algunos pulpitazos de los párrocos de turno, tan dados a las censuras de ese tipo. Y de otras.

En los pueblos católicos hay iglesias dedicadas al culto del Corazón de Jesús, mas debería, digo sin conocimiento de causa, haber algunas que tuvieran en cuenta otros órganos. Qué tal una que esté dedicada a los pulmones de Jesús, y a otras partes como las que, hace años, pintó el artista bellanita, que alguna vez tuvo elogios, dicen, de la crítica argentina Marta Traba. El rostro de Jesús, al que han pintado tanto por aquí y por allá, ha tenido más prensa y más audiencia. Y desde la verónica hasta los sudarios han tenido que ver con la cara del galileo. He vuelto a ver en vitirnas de almacenes religiosos cuadritos del llamado “Divino Rostro”, al que, ahora, parecen decirle más bien “Sagrado Rostro”.

A propósito de vísceras, en el antiguo Egipto, en los procesos de momificación, estas se sacaban aparte, se lavaban con vino de palma y especias, se deshidrataban y se vendaban con tiras de lino, y después se echaban en los llamados “vasos canopos”. Hay que volver a Heródoto, el primero en mencionar estos procedimientos egipcios, para ampliar visiones sobre las momias de esa antigua cultura, que él reveló en su Historias de más allá del mundo, para enseñarles a sus compatriotas que más allá de la vieja Grecia, donde estaban los bárbaros, había otras gentes inteligentes y otras maneras de ser y actuar.

Colombia es el “país del Sagrado Corazón”. Hubo un arzobispo, Bernardo Herrera Restrepo cuyo busto puede verse en la avenida La Playa, de Medellín, que decía que ser liberal era un pecado mortal (y que matar liberales no era pecado, qué tanto era eso). El mismito clérigo, al final de la Guerra de los Mil Días, atendiendo a llamados vaticanos, propuso que había que consagrar a Colombia al Sagrado Corazón, y así fue mediante decreto. Hubo gente que atribuyó el final de esa espantosa guerra al acto de esa consagración oficial. Nada raro era que en la Violencia, muchos macheteros y pájaros y chulavitas mataran liberales al grito de “Tú reinarás”.

Volviendo a la certera piedra que dejó sin vidrio la estampa sacrosanta del Corazón de Jesús casero, mamá la recogió junto con los añicos, descolgó el marco, lo desbarató, y todo se fue al carajo y quedó como una anécdota familiar. No supimos nunca quién fue el que arrojó el proyectil ni tampoco si su intención original era esa, la de romper un cuadro de sala y desterrar para siempre de nuestro ámbito doméstico la muy posuda imagen.

(Escrito en Medellín, el 5 de febrero de 2024)

Iglesia Nuestra Señora del Sagrado Corazón, barrio Buenos Aires. Foto Spitaletta

Publicado por Reinaldo Spitaletta

Bello, Antioquia. Comunicador Social-Periodista de la Universidad de Antioquia y egresado de la Maestría de Historia de la Universidad Nacional. Presidente del Centro de Historia de Bello. Docente-investigador de la Universidad Pontificia Bolivariana. Es columnista de El Espectador, director de la revista Huellas de Ciudad y coproductor del programa Medellín Anverso y Reverso, de Radio Bolivariana. Galardonado con premios y menciones especiales de periodismo en opinión, investigación y entrevista. En 2008, el Observatorio de Medios de la Universidad del Rosario lo declaró como el mejor columnista crítico de Colombia. Conferencista, cronista, editor y orientador de talleres literarios. Ha publicado más de veinte libros, entre otros, los siguientes: Domingo, Historias para antes del fin del mundo (coautor Memo Ánjel, 1988), Oficios y Oficiantes (relatos, 1990), Reportajes a la literatura colombiana (coautor Mario Escobar Velásquez, 1991), Café del Sur (coautor Memo Ánjel, 1994), Vida puta puta vida (reportajes, coautor Mario Escobar Velásquez, 1996), El último puerto de la tía Verania (novela, 1999), Estas 33 cosas (relatos, 2008), El último día de Gardel y otras muertes (cuentos, 2010), El sol negro de papá (novela, 2011) Barrio que fuiste y serás (crónica literaria, 2011), Tierra de desterrados (gran reportaje, coautor Mary Correa, 2011), Oficios y Oficiantes (edición ampliada con nuevos relatos), 2013; Viajando con los clásicos (ensayo, coautor Memo Ánjel), 2014; Escritores en la jarra (libro de ensayos y artículos), 2014. Historias inesperadas (crónicas) 2015; Las plumas de Gardel y otras tanguerías (crónicas y reportajes, 2015); Macabros misterios y otros ensayos (2016); Tango sol, tango luna (ensayos y crónicas, 2016); Sustantiva Palabra (ensayos literarios, 2017); Balada de un viejo adolescente (novela, 2017); Tiovivo de tenis y bluyín (narrativa periodística, 2017), Fútbol: vida, trampa y milagros (2018), Medellín, ¡cómo te siento! (2019). En 2012, la Universidad de Antioquia y sus Egresados, lo incluyeron en el libro titulado “Espíritus Libres”, como un representante de la libertad y de la coherencia de pensamiento y acción.

Un comentario en “CORAZÓN DE JESÚS, UNO FEO Y OTRO EN PEDAZOS

  1. Justo a una imagen como la de portada, que había en la sala de la casa paterna, pinté, sobre el vidrio (menos mal) una copa y un cigarrillo humeante; casi me cuesta la primogenitura…

    Gracias por los buenos recuerdos, Reinaldo.

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